Revisión histórica
Médicos y amigos de José Martí
Doctors and Friends of José Martí
Gisel Hernández Montero1* https://orcid.org/0000-0001-5393-3793
1 Hospital Militar Central ″Dr. Carlos J. Finlay″. La Habana, Cuba.
* Autor para la correspondencia: hbfinlayi@nfomed.sld.cu
RESUMEN
La
historia recoge las vivencias de un pasado real, a veces manipulado por el propio
hombre en busca de alguna ventaja. Sin embargo, la verdad casi nunca se puede
esconder y sale a la luz, porque la historia es una sola, quizás vista
desde varias aristas, pero es una.
El objetivo de este
trabajo es presentar una investigación de algunos de los médicos más
cercanos a la vida de nuestro héroe nacional José Martí y del
Titán de Bronce, Antonio Maceo. Se emplearon el método teórico,
particularmente el histórico lógico, y el empírico; y se revisaron
fuentes documentales. Se referenciaron 18 documentos en los cuales se muestra
que en mucho de los casos los médicos que atendieron a José Martí
y a Antonio Maceo no solo fueron sus médicos, sino amigos y compañeros
de lucha por la misma causa, lo que hace que estos profesionales tengan el doble
mérito de curar y ser revolucionarios con ideas independentistas.
Palabras clave: independentistas; fiebres; Baraguá.
ABSTRACT
History
gathers the experiences of a real past, sometimes manipulated by man himself
in search of some advantage. However, the truth can almost never be hidden and
it comes to light, because the story is only one, perhaps seen from several
edges, but it is only one.
The objective of
this paper is to present an investigation of some of the closest doctors to
the life of our national hero José Martí and the Bronze Titan, Antonio
Maceo. The theoretical method, particularly the logical historical, and the
empirical methods were used. Documentary sources were reviewed. Eighteen documents
were referenced in which it is shown that, in many cases, the doctors who treated
José Martí and Antonio Maceo were not only their doctors, but also
friends and co-workers for the same cause, which makes these professionals have
the double merit of healing and being revolutionary fighters with independence
ideas.
Keywords: independence fighters; fevers; Baraguá.
Recibido: 16/06/2019
Aprobado: 12/07/2019
INTRODUCCIÓN
Es reconocida la participación protagónica de los médicos en las guerras independentistas contra España, primero como conspiradores y después como activos miembros del Ejército Libertador, en el que no sólo formaron parte del cuerpo de sanitarios militares, sino que actuaron en los combates como heroicos soldados y en muchas ocasiones llegaron a obtener grados militares de primera línea y en otras murieron luchando al frente de sus tropas.(1)
Ninguno de estos galenos buscaba el reconocimiento personal, sino realizar el sencillo trabajo de mantener la salud óptima de sus pacientes hasta donde el momento histórico podía llegar y las condiciones del lugar donde se practicaba la medicina permitía realizar la curación.
En Martí los dolores físicos no hacían tanta mella como los dolores morales. A pesar de su estado físico era de una fortaleza extraordinaria, pues jamás padeció de males que lo postraran durante largas temporadas, con excepción de las etapas en que se recrudecían los dolores de las llagas y lesiones producidas en el Presidio.(2,3)
De la angustia física y moral de Martí se ha hablado mucho, existen múltiples interpretaciones, pero como ser humano al fin, sentía tanto en lo hondo de su alma las espinas de los problemas morales como en su cuerpo, los dolores físicos que le producían las viejas heridas, el agotamiento del trabajo y el fragor de la constante lucha.(3)
Como se evidencia, la sanidad militar mambisa contó, a pesar de sus escasísimos recursos, con una magnífica organización, regulada en ambas guerras por leyes de organización militar muy bien pensadas en el orden estratégico, lo cual, unido a un personal sanitario formado con sólidos conocimientos científicos, garantizó la recuperación y reintegración al campo de batalla de muchos mambises.
El presidente de la República en Armas, Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo, creó por Decreto, en abril de 1870, el "Cuerpo de Sanidad Militar" y nombró un Jefe Superior de Sanidad y un Jefe de Sanidad por cada departamento en que quedó dividida la República en Armas por la Constitución de Guáimaro: Oriente, Camagüey y Las Villas. En la guerra de 1895 se dio continuidad a la estructura de la sanidad militar, y en la primera Ley de Organización Militar con fecha 7 de enero de 1896, se reconoció como un instituto más en el Ejército y se orientó en su artículo 30 que se rigiera por su propia Ley de Organización.(4,5,6,7)
DESARROLLO
Médicos amigos de José Martí
Los médicos más representativos en la vida de Martí fueron el Dr. Fermín Valdés Domínguez (Fig. 1), médico y amigo de Martí desde su infancia, amistad que duró toda la vida y durante la cual compartieron ideales independentistas. En más de una ocasión este amigo lo curó no solo de dolencias físicas, sino también de alma.
Según Gonzalo de Quesada y Miranda, llama la atención que no exista una hoja clínica de Martí a pesar de que muchos médicos estuvieron a su lado.(1)
Si bien es cierto que no se recogen las enfermedades que el apóstol padeciera de niño, sí se sabe que el presidio que sufrió el joven Martí laceró su salud hasta su muerte.(1)
Muchos reportes independentistas de la época expresan (refiriéndose a la estancia de Martí en el presidio: "pero allí se quebró su salud. Allí se perturbó su organismo. Allí se le produjo la lesión que siempre llevaría en la vida, sin que la ciencia médica de la época, a pesar de las intervenciones quirúrgicas que le realizaron, lograran rehabilitarlo totalmente de ese mal. Era un mal eterno, era la marca sagrada y su escudo de lucha por la independencia de la patria. Partiendo piedras en una cantera bajo un sol inclemente su frágil salud se resintió para siempre, y toda su vida le atormentó una llaga que el hierro le ahondó al pie y lesiones oculares…"(1,2)
Cuando Martí fue deportado a España, dolorido de cuerpo y alma después de salir del presidio, es cuidado por el Dr. Carlos Sauvalle, su amigo estudiante de medicina. La cadena que tuvo que arrastrar le había producido a Martí una lesión inguinal por lo que fue necesario la intervención de la ciencia médica más especializada y son llevados al lecho del enfermo los doctores Gómez Pamo e Hilario Candela, este último cubano de nacimiento, pero radicado en Madrid, y cirujano que interviene quirúrgicamente al enfermo para extraerle el líquido del testículo.(3)
El Dr. Francisco Montes De Oca fue el galeno que, en México, le realizó a José Martí la excéresis del testículo debido a un sarcocele.
El Dr. Eligio Palma atendió en más de una ocasión al apóstol a causa de broncolaringitis, afección que padecen con frecuencia quienes practican la oratoria, actividad que realizaba Martí con el fin de unir a los cubanos en la lucha por la independencia, por eso sus cuerdas vocales se afectaban a menudo y había que indicarle reposo de voz, cosa que era imposible de cumplir debido a las tareas y al deseo de Martí de no perder tiempo en la preparación de la guerra necesaria.(2)
El Dr. Barbarrosa fue el médico cubano que atendió a Martí cuando debido a un intento de envenenamiento pagado por el gobierno español hubo que hacerle un enjuague de estómago, y gracias a los cuidados y habilidades del galeno no murió.(1)
El Dr. Juan Cisneros Correa tuvo a su cargo los cuidados médicos del Apóstol en la ciudad de Nueva York, cuando se recrudecieron los dolores producidos por las llagas que le salieron mientras estuvo en el presidio y debido al agotamiento físico por los excesos de trabajo.
El Dr. Ramón Luis Miranda fue el último médico de Martí desde el momento en que abandonó América y regresó a Cuba hasta que cayó en dos Ríos En el año 1853, Ramón Miranda inició sus estudios de medicina y en 1861 se graduó de médico con excelentes resultados. Por sus actividades revolucionarias a favor de la independencia de Cuba, el doctor Miranda emigró a los Estados Unidos en 1874, donde pasó a ser socio corresponsal de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, institución que le reconoció sus estudios sobre el cáncer y la anestesiología.(2) Luego ocupó la Secretaría de la Sección de Patología Interna del Congreso Panamericano de Medicina con sede en Washington, en 1893 y fue nombrado miembro de la Academia de Medicina de Nueva York.(2) Sus actividades en aras de lograr la libertad de su país lo vincularon a José Martí, con quien estableció estrechos lazos de colaboración médica y patriótica, lo que lo llevó a cooperar en la redacción del periódico Patria.
En cierta ocasión en que José Martí se encontraba enfermo le confiesa a Miranda…" La muerte para mí no es más que la cariñosa hermana de la vida…, pero su preocupación era vivir".(1) El apóstol le mostró su entrañable afecto a este médico dedicándole personalmente un ejemplar de los versos sencillos, donde escribió: "a un médico que cura siempre, al Dr. Ramón Miranda, su amigo muy cariñoso, José Martí."
Al retornar a Cuba terminada la guerra, el Dr. Miranda se dedicó con extraordinario celo y como sagrado deber a que en la ciudad de Matanzas se erigiera una estatua del Apóstol, y puso tanto empeño en esta obra que el 24 de febrero de 1909 fue develado el monumento que hoy se levanta en esa ciudad.
La Comisión Organizadora que realizó todos los trabajos estaba integrada por el propio doctor Ramón L. Miranda, por Gonzalo de Quesada, Rafael M. Govín, Angelina Miranda de Quesada, entre otros. Ya podía morir tranquilo el doctor, había cumplido su viejo anhelo, Matanzas había rendido público homenaje de admiración al Apóstol. Un año después murió el ilustre médico de Martí, el 27 de enero de 1910, víspera precisamente del aniversario del nacimiento del Apóstol.(1,2)
Como se puede apreciar, la salud de José Martí no era como su espíritu; sin embargo, nada lo hizo detenerse en su propósito de luchar por la libertad plena del hombre. Se sabe además que no soportaba los olores fuertes y no consumía alcohol. Tomaba una bebida reconstituyente de la época y padecía de conjuntivitis crónica y secuelas oculares como consecuencia de su encarcelamiento.
Médicos y amigos de Antonio Maceo
Maceo, estratega militar de fuerte espíritu y voluntad férrea, sufrió muchas heridas en combate, las cuales jamás fueron un impedimento para cumplir el deber con la patria. Siempre tuvo a su lado excelentes galenos que lo acompañaron incondicionalmente en las batallas y en la vigilancia de su bienestar físico y familiar, entre ellos el Dr. Félix Figueredo Díaz (Fig. 2), primer médico del cual se sabe que asistió a Maceo en circunstancias muy especiales, pues tuvo que atender al Titán luego de que este recibiera 8 heridas en el combate de Mangos de Mejía el 6 de agosto de 1877, precisamente el mayor número de heridas que recibiera Maceo durante un conflicto bélico". En esta ocasión el Dr. Figueredo expresó: " el estado del enfermo es bastante grave y es de tenerse resultado funesto si no ceden los síntomas".(8,9)
Este médico continuó refiriéndose al estado de salud de Maceo en sus escritos archivados, "la noche pasada ha podido muy poco conciliar el sueño y en los momentos en que dormitaba lo hacía delirando. La fiebre, que desde el primer día se presentó, en vez de ceder aumenta y su pulso late lo menos 110 veces por minuto. La lengua pastosa y seca. La sed es intensa. El vientre timpánico y un estreñimiento tenaz, que ayer empezó a ceder mediante lavativas emolientes que yo mismo le puse".(10)
Refiriéndose a la salud de Maceo continúa diciendo: "Las heridas de pecho no supuran y dos de ellas son penetrantes; las otras en la misma región algo inflamadas, pero éstas presentan la ventaja de que sólo han ofendido la piel y que más obraron por contusión; de manera que en toda la parte anterior del pecho cuenta cinco heridas; en la mano derecha, tres: una en la palma y el resto en los dedos anular y pequeño, que han presentado los primeros síntomas de gangrena, que estoy combatiendo con lociones cloruradas y con separar la parte esfacelada, razón por la que se está limitando. En la cura de ayer extraje de la herida de la palma de la mano una anilla metálica del tamaño de un medio, que examinada resultó ser parte del revólver con que hacía fuego cuando fue herido".(11,12)
Y continua su relato: "Distintas veces he tratado de explorar la principal herida del pecho para saber con fijeza los órganos que interesó y dónde quedó colocado el proyectil; y aun cuando no he podido dar con éste, me he convencido que perforó a su paso el pulmón derecho en su parte superior y después fue a implantarse muy cerca de la columna vertebral de donde por ahora no se le puede extraer hasta que no forme foco purulento para practicar la contra abertura".(6,12)
"En este estado se hace por hoy imposible moverlo y esperemos ver si al cesar la fiebre y establecerse una supuración franca toma otro camino la enfermedad para entonces formar pronóstico más favorable".(6)
Maceo, a pesar de su estado, le comunicó al médico que informara a sus subordinados las novedades, que él no podría moverse en tres o cuatro días, tiempo en el cual él estaría mejor. Figueredo, que sabía lo complicado de la situación, escribió la epístola 5 días después del combate, a las tres de la mañana, lo que evidencia su desvelo constante al lado del jefe y su apuro porque la información llegara a su destinatario.
Lo primero que salta a la vista es que, desde la línea inicial, el galeno destaca la gravedad de Maceo y pronostica la posibilidad de un desenlace fatal. Las fiebres eran tan altas que lo llevaban al delirio, a la deshidratación (que se diagnostica por la lengua seca, pastosa y por la sed). La distención abdominal pudiera explicarse por una posible oclusión intestinal neurogénica de tipo íleo paralítico, como resultado de la pérdida de potasio; lo anterior se corrobora con los síntomas expuestos (vientre timpánico y estreñimiento). Las dos heridas penetrantes del pecho significan que había orificios de entrada, pero no de salida, y las otras heridas en el mismo lugar mostraban signos de inflamación, pero eran superficiales.(13,14)
El médico señala que las heridas de la mano habían comenzado a presentar síntomas de gangrena, la cual está curando con las soluciones cloruradas existentes en la época; debe recordarse que para esa fecha todavía no se conocían los antibióticos. A lo anterior añade: "una cura local retirando los esfacelos", es decir, retiraba los tejidos en mal estado para favorecer la cicatrización, y comenta sobre el cuerpo extraño que había retirado, una anilla metálica del propio revólver del paciente. En la herida principal del tórax el proyectil había perforado el pulmón derecho y no podía retirarse hasta que no formara un foco purulento con un trayecto fistuloso hacia la piel, que permitiera por contra-abertura llegar al sitio donde estaba alojado; esta era una de las técnicas que se usaban para extraer las balas.(14)
Cabe destacar que, a pesar de la gravedad, Maceo se sentía optimista por su recuperación y consideraba que en tres o cuatro días estaría mucho mejor. La adecuada asistencia médica favoreció la recuperación, y el líder se reincorporó a la contienda independentista. Figueredo continuó a su lado y, además de su médico, se convirtió en su consejero y amigo entrañable.(15)
La esposa de Maceo, María Cabrales, y el hermano de este, José, también cuidaron al herido. Así lo confirmó el médico en otra carta a Máximo Gómez, fechada el 29 de septiembre de 1877: "la inseparable esposa de Maceo, le seguía al pie, sin sustos…"(4) Por otra parte, Fernando Figueredo también se refirió al respecto: "… su tierna esposa, la simpática María que como Ángel del bien, volaba cerca de la camilla del moribundo (…) El coronel José Maceo, su hermano, y la delicada María volaban a interponerse entre el enemigo y la camilla siempre que sonaba un tiro".(12,15)
El doctor Félix Figueredo no aceptó el convenio del Pacto del Zanjón y participó en la Protesta de Baraguá. Durante largo tiempo fue Jefe de Sanidad Militar en Oriente con un intervalo en que, como subsecretario de la guerra en el gobierno de Salvador Cisneros Betancourt, actuó en función de secretario por ausencia del titular Vicente García. Ocupó también el cargo de Jefe de Sanidad en el gobierno provisional constituido en Baraguá en marzo de 1878.(16)
Asimismo, discrepó de las indisciplinas en el campo insurrecto y acompañó, en junio de 1875, a Cisneros Betancourt en su entrevista con Vicente García para tratar de hallar una solución a la sedición de Lagunas de Varona. Al lado de Maceo estuvo igualmente en 1877, cuando trató de poner freno a la expansión, entre las fuerzas orientales, de la nueva sedición del caudillo tunero en Santa Rita. Falleció en La Habana a la edad de 63 años el 6 de junio de 1892.(17)
De los doctores Brioso y Rosas (o Rozas) no se ha podido comprobar que fueran graduados en Medicina, pero sí parece ser cierto que eran sanitarios eficientes o quizás estudiantes de Medicina. Sobre esa primera contienda guerrera, José Martí recordó, años después, el día en que los mambises llevaron a Maceo moribundo, herido de gravedad, hasta el bohío donde se encontraba su madre. Todas las mujeres se echaron a llorar y Mariana con valentía pronunció la conocida frase: "¡Fuera, fuera faldas de aquí! ¡No aguanto lágrimas! Traigan a Brioso". Tampoco se han podido conocer sus nombres y los segundos apellidos, pero sí el afecto que Maceo sintió por ambos. La presencia de Brioso y Rosas (o Rozas) junto a su glorioso jefe en la Protesta de Baraguá, dice mucho de la lealtad de los dos a la causa de la independencia.(16)
El Dr. Eusebio Hernández Pérez (Fig. 3), médico de la familia Maceo, nació en Colón, Matanzas, el 18 de enero de 1853, y es considerado como la más alta personalidad de la ginecoobstetricia cubana de todos los tiempos. Conoció a Maceo en la isla de Jamaica y llegó a sentir una gran devoción por él. Fue su médico personal y de toda la familia Maceo, así como su más íntimo consejero a la hora de tomar decisiones estratégicas del movimiento revolucionario independentista entre los años 1880 a 1887. El doctor Hernández Pérez era la persona más allegada a quien el héroe cubano le confiaba asuntos familiares muy delicados; y quien también atendió a la esposa del Titán en el parto de su hijo, Antonio Maceo Marryat.(4,12)
Juntos, el general y el médico, continuaron sus trabajos revolucionarios en Honduras y Jamaica, y tanto en Tegucigalpa como en Kingston compartieron, por muchos meses, la misma habitación. De esta profunda amistad, que trascendió más allá de la relación médico-paciente, quedaron importantes documentos históricos.(6,8)
En enero de 1898, Calixto García envió a Eusebio Hernández a los Estados Unidos de América para que recuperara su salud, pues padecía anemia. Ese mismo año, el 24 de agosto, fue ascendido a general de brigada y al año siguiente, el 9 de enero, regresó a la patria acompañando el cadáver de Calixto García. Se retiró de la vida pública en 1921 para dedicarse por entero a la práctica médica. Falleció en La Habana a los 80 años, el 24 de noviembre de 1933.(16)
Los doctores Juan José Ulloa Giralt y Eduardo Uribe Restrepo asistieron a Maceo debido a una herida por arma de fuego que sufrió en un atentado a la salida del Teatro Variedades el 10 de noviembre de 1894, durante su estancia en Costa Rica. Inicialmente, el Titán no comentó sobre el hecho y cuando el inspector de policía trató de conducirlo, entonces solicitó un médico. Al preguntarle sus compañeros por qué no lo había dicho, expresó: "La verdad es que tenía veintiuna heridas en el cuerpo, ¿por qué me habría de apurar por la vigésimo segunda, que además no me parecía grave?" En ese instante apareció el secretario de Gobernación, Juan José Ulloa Giralt, médico de profesión, quien brindó los primeros auxilios y lo acompañó hasta la residencia. El general Antonio le consultó su deseo de llamar a su íntimo amigo, el doctor colombiano Eduardo Uribe Restrepo, a lo que Ulloa Giralt accedió con mucho gusto.(17,18)
Uribe acudió de inmediato, y ambos galenos examinaron al herido. El examen físico demostró que presentaba una herida en la espalda a la altura de la cintura con orificio de entrada por el costado izquierdo, producido por un arma calibre 44, pero no había orificio de salida. Uribe, como cirujano principal, y Ulloa, como ayudante, le aplicaron una sonda y después de varios intentos no localizaron la bala. Trataron de hacer una operación mayor, a la cual Maceo se opuso: "No me corten más que bastantes heridas tengo, dejen que esa bala se quede en mi cuerpo junto con otras de la guerra".(17)
Es meritorio resaltar que el facultativo colombiano se convirtió en médico, enfermero y cocinero del prócer y no dejó que persona alguna tuviese acceso a él hasta su total restablecimiento. El temor de que pudiera ser envenenado motivó esta consagración. Cuando el doctor Ulloa le pidió la cuenta por los servicios profesionales, contestó: "Puede usted decirle al señor Maceo que los escasos servicios que con mucho gusto le presté, no valen nada."(17,18)
La desconocida labor asistencial del doctor Uribe permitió el regreso del Titán de Bronce a la isla y su incorporación a la guerra del 95. El periódico Patria, en la edición 138 correspondiente al 24 de noviembre de 1894, citado por Vargas Araya,(9) se refirió ampliamente al atentado y agradeció a sus médicos personales, el doctor Ulloa, secretario de Gobernación; el doctor Durán, vicepresidente de Costa Rica (segundo designado a la presidencia) y el leal doctor Uribe, quienes no se apartaron de la cabecera del herido.(6)
Los trastornos digestivos de Maceo
El Dr. Guillermo Fernández Mascaró (Fig. 4) asistió a Maceo en septiembre de 1895. En uno de los banquetes con bailes y otras diversiones con que celebraban los campesinos orientales las formidables victorias alcanzadas por su líder contra la tiranía hispana, Maceo ingirió carne de cerdo, al parecer no muy bien cocinada, que le produjo una grave intoxicación. La casa campesina, un modesto bohío, en la cual Maceo radicaba, se encontraba en un lugar casi inaccesible de la jurisdicción de Holguín, cercana de Minas de Camazán. A petición de Maceo, el general Agustín Cebreco buscó personalmente al doctor Guillermo Fernández Mascaró.
Mascaró, nacido en Bayamón, Puerto Rico, en 1870, llegó a alcanzar el grado de Coronel y fue Jefe de Sanidad de División. Sobre el suceso anterior, comentaría después: "Cuando el general Maceo solicitó del general Cebreco que me mandase a asistirlo y me hice cargo de tan importante misión, comprendí la inmensa responsabilidad que asumí al tener en mis manos la salud y la vida de aquel gran hombre en quien se encarnaba, más que en ningún otro, el espíritu de la gloriosa revolución por la independencia. Lo encontré con cuarenta grados de temperatura, el vientre aumentado considerablemente de volumen, y él mismo hizo el diagnóstico de su dolencia al informarme que había comido carne de cerdo no fresca y que no le pareció en buen estado".(5,8)
Durante los primeros días de asistencia médica, el general continuaba grave y no asomaban síntomas ni signos de recuperación. Ante tales circunstancias, el general José Miró Argenter le dijo al médico: "Mascaró, hay aquí elementos de la escolta y del campesinado que aseguran que los médicos no conocen el tratamiento adecuado en este caso; y piensan en la necesidad que un curandero o curandera ejecute sobre el vientre del enfermo una manipulación que designan con el nombre de quebrar el empacho. Tú debías aceptar ese deseo de la gente campesina y permitir que se haga lo que ellos indican". El doctor respondió: "General, yo no puedo asumir la responsabilidad de aceptar un procedimiento que estimo muy peligroso dado el estado de distensión de su masa intestinal. No es inocua esa manipulación".(5)
Es válido destacar la actitud del médico, quien puso sus conocimientos profesionales por encima de la jerarquía militar y de las creencias populares. También se supo que Maceo había sido consultado sobre el hecho y que señaló: "Si la curandera es una muchacha joven y agradable, pensaré en eso"; y riéndose les dijo después a los proponentes: "Consulten sobre ese particular a mi médico".(5) Es evidente el respeto que sentía el Titán por los conocimientos científicos de su médico.
Luego el doctor Mascaró relató, que fue nuevamente consultado y él mantuvo su criterio inicial. Maceo recuperó completamente la salud y fue entonces que el general Miró le confesó al galeno: "Mascaró, yo te aconsejé que dejarás quebrar el empacho al General porque me enteré que su escolta había dicho que, si por su testarudez en no permitir la manipulación salvadora que aconsejaban, el General moría, ellos te ahorcarían como castigo a tu proceder". Maceo se río mucho cuando Miró le contó la anécdota y para el doctor Mascaró lo sucedido le demostraba no solo el desconocimiento sobre los trastornos digestivos, sino también la idolatría que sentían los soldados por su caudillo.(18)
El doctor Mascaró se licenció el 24 de agosto de 1898. Durante la República fue director del Instituto de Segunda Enseñanza de Santiago de Cuba y el 14 de noviembre de 1908 fue elegido representante a la Cámara por la provincia oriental, cargo que declinó, pero fue reelegido el 1ro de enero de 1914 y renunció nuevamente en 1915. El 1ro de noviembre de 1916 fue elegido Gobernador de la provincia de Oriente, función que desempeñó desde el 24 de febrero de 1917 hasta el 24 de febrero de 1921. Durante el régimen de Gerardo Machado (1925-1933) ocupó los cargos de secretario de Instrucción Pública y embajador en México. Falleció en Santiago de Cuba el 25 de mayo de 1960 a los 90 años de edad.(7)
Hugo Roberts Fernández (Fig. 5) nació en Trinidad, Las Villas, el 20 de julio de 1868, y fue un ilustre sanitarista cubano que ingresó en el Ejército Libertador el 8 de septiembre de 1895. En fecha no precisada, antes del comienzo de la invasión, Maceo le confirió el grado de teniente coronel y lo designó médico personal de su estado mayor. El 22 de octubre de 1895 partió de Baraguá como integrante de la columna invasora y el 7 de noviembre tuvo su bautismo de fuego en la acción bélica de Guaramanao. Durante toda la contienda participó en más de 100 combates y fue el médico que durante más tiempo cuidó de Maceo.(6)
En la batalla de Mal Tiempo, Maceo lo ascendió a coronel, y al llegar la columna invasora a Mantua quedó como Jefe de Sanidad del Departamento Occidental. Fue herido gravemente en un pie durante la acción del ingenio San Gabriel de Lombillo el 13 de junio de 1896 y tuvo que separarse del Lugarteniente, de quien se despidió al cruzar este la trocha de Mariel a Majana. Posteriormente le fue otorgado el grado de general de brigada. Roberts fue el encargado de la atención médica de Maceo durante toda la invasión; así que fue el médico que le cuidó desde octubre de 1895 hasta junio del año siguiente; es decir, alrededor de 8 meses.(4)
Maceo llegó a sentir gran admiración y respeto por el doctor Roberts, a quien nunca olvidó, lo cual se infiere de los apuntes realizados por Miró Argenter: "El día 19 empezó el ataque general, a las seis de la mañana fueron tiroteados nuestros vianderos por el camino del ingenio "Recompensa", y poco después los exploradores que envió por aquel rumbo el coronel Sotomayor.(6)
El general Maceo no estaba en el campamento; había salido con su escolta, a visitar al doctor Hugo Roberts, herido en el combate de San Gabriel, por el diario de campaña del doctor Zertucha se sabe que Maceo le hizo otra visita al doctor Roberts; así lo describió con fecha 23 de junio de 1896: "Salimos a ver al Dr. Hugo el General y yo". Zertucha fue precisamente el siguiente médico que atendió a Maceo.(8)
Hugo Roberts fue representante por Las Villas a la Asamblea Constituyente de 1901. El 14 de agosto de 1902 lo nombraron médico del puerto de La Habana y un mes más tarde fue designado Jefe de Sanidad Marítima, cargo que ocupó durante más de 4 décadas, y durante ese tiempo demostró ser de los más sabios y probados funcionarios del sistema de salud estatal de Cuba. En 1903 fue seleccionado miembro de la Junta Superior de Sanidad, también se desempeñó como Jefe de Sanidad Militar de la Guardia Rural, de la Policía Nacional y de sus Servicios Médicos, así como de la Cruz Roja de Cuba, de la cual fue su presidente. Representó a Cuba en varios eventos internacionales relacionados con la salud. Falleció en La Habana el 5 de junio de 1948 a los 79 años.(16)
El Dr. Máximo Zertucha Ojeda (Fig. 6) nació en La Habana el 18 de noviembre de 1855 y se graduó de médico cirujano en México en 1877; luego revalidó su título en la Universidad de La Habana en 1879. El 15 de junio de 1896 fue designado médico personal de Maceo en sustitución de Hugo Roberts. Ocho días después, le brindó sus servicios médicos a Maceo, cuando este resultó herido en la acción de Tapia. Fue el último médico de Maceo.(14)
Zertucha tuvo la triste misión de asistir a Maceo el día 7 de diciembre de 1896, al decir del galeno: "…lo encontré sin conocimiento; un arroyo de sangre negra salía por una herida que tenía al lado derecho de la mandíbula inferior, a dos centímetros de la sínfisis mentoniana; introduje el dedo en su boca y encontré que estaba fracturada la mandíbula, a los dos minutos a lo más tarde de ser herido, murió en mis brazos y con él cayó para siempre la bandera", el proyectil había penetrado por el lado derecho de la cara, seccionó la carótida y salió por la parte izquierda del cuello;(6,8) es justo mencionar que, si se realiza un análisis científico del diagnóstico, era imposible, en esas condiciones de campaña, salvar a un paciente con una lesión de la arteria carótida interna.
Después de la muerte del Titán de Bronce, impulsado por la profunda depresión que dejó en su ánimo tan luctuoso suceso y por las injustas ofensas recibidas en el campamento mambí, el doctor Zertucha abandonó las filas del Ejército Libertador para acogerse al indulto del gobierno español. Esta incorrecta decisión, que mucho daño causó al prestigio del médico, suscitó comentarios y sospechas que no lograron acallar ni su regreso e incorporación oficial a las tropas mambisas antes de terminar la contienda ni la absolución del consejo de guerra que lo juzgó, a pedido suyo, por su conducta pasada.(6,12)
Todas estas incidencias avivaron las desconfianzas hacia Zertucha, que es, sin dudas, el más polémico de todos los médicos que atendieron a Maceo, y el segundo que cuidó del héroe por más tiempo, durante casi 6 meses, después del doctor Hugo Roberts.
Las controversias sobre el doctor se mantuvieron muchos años después. Él respondió siempre a cada acusación y pudo demostrar con elementos convincentes su inocencia ante los que le acusaban de ser el culpable de la caída en combate del Lugarteniente. A lo anterior se pueden añadir otras investigaciones(4,9) en las que se evidencia que no fue responsable del fatídico acontecimiento, el doctor Zertucha falleció de cáncer en la lengua, a los 49 años, el 26 de octubre de 1905.
CONSIDERACIONES FINALES
Como se aprecia, ni la salud quebrantada de José Martí ni las más de veinte heridas en el cuerpo del Titán de Bronce pudieron mermar sus deseos de luchar por la independencia de Cuba. Ni el dolor, ni la soledad ni la nostalgia menguaron el espíritu de rebeldía, de justicia de nuestros héroes ni la de los valerosos galenos, nacidos en nuestra tierra, que permanecieron junto a ellos. A estos médicos, admirados por estos héroes que confiaron en ellos y pusieron sus vidas en sus manos, a quienes, con humildad, sencillez y, sobre todo, con conocimiento consciente, supieron responder en cada momento y garantizar la salud de estos dos grandes de la historia con la única satisfacción del deber cumplido, está dedicado nuestro homenaje y sincero respeto.
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Conflicto de intereses
La autora expresa que no existe conflicto de intereses.